Comparto con ustedes las palabras que escribí sobre este hermoso primer libro de poemas de Delfina Uriburu.

Aprovecho para invitarlos a la presentación el martes 26 de mayo a las 20 h en Mu Punto de Encuentro (Hipólito Yrigoyen 1440).

¡Son todos bienvenidos!

 

murmullo de los cuerpos

Percibir el murmullo, ver nacer lo sutil

El murmullo de los cuerpos me invita, ya desde su título, a pensar en cuerpos que hablan. ¿Cómo será? Busco en el diccionario, que me da una pista sobre la palabra “murmullo”: “Ruido que se hace hablando, especialmente cuando no se percibe lo que se dice” o “Ruido continuado y confuso de algunas cosas”. Sea un habla o una cosa lo que murmura, se trata de algo confuso, difícil de percibir. ¿Qué tendrá para decir el cuerpo? ¿Por qué será tan difícil escucharlo? La primera parte del libro comienza con una cita de Simone de Beauvoir que me abre otra posibilidad, casi contestándole al diccionario: “El cuerpo no es una cosa/ es una situación:/ es nuestra comprensión del mundo/ y el boceto de nuestro proyecto”. Entonces, tal vez, ese ruido confuso venga a dar cuenta de una comprensión del mundo.

Pero, ¿qué es un cuerpo? “Aquello que tiene extensión limitada, perceptible por los sentidos”. Sí, otra vez el diccionario. Y otra vez la tentación de enfrentarlo con un golpe de filosofía. Dice Franco Rella: “El misterio del cuerpo comienza en tu cuerpo. Sólo que no sabes dónde comienza. No conoces sus confines. ¿Lo que llamas alma o espíritu o mente está separado del cuerpo? ¿Y dónde se halla trazada la línea de los confines? ¿Dónde puedo encontrarlo, dónde puedo tocarlo, que sea él, de verdad, mi cuerpo? ¿En una caricia, en una imagen o en un pensamiento?”. El cuerpo se expande, entonces, más allá de su extensión limitada. Y otra vez se vuelve confuso: su borde es un murmullo.

Nada de esto es ajeno a la voz poética de este libro, que nos invita a acompañarla en la difícil tarea de sentarse a escuchar lo indecible. “Historia clínica”, la primera estación, muestra un mundo donde los cuerpos cuentan su historia. La poeta observa y dice lo que mira: el lenguaje puede nombrar el cuerpo del otro. Pareciera que al principio hay más claridad, más entendimiento, más dicción que murmullo. Sin embargo, ya en la segunda parte del libro, “Palabras que susurran”, la aparente facilidad para darle palabra al cuerpo (¿a una imagen?, ¿una sensación?, ¿una idea?) se vuelve problemática. El lenguaje no sirve para nombrarse a sí mismo. Las palabras asfixian, no se pueden articular, son ociosas (no hay negocio en usarlas), no pueden decir y no se pueden descifrar. Empieza a notarse el contacto poroso entre las palabras, la imposibilidad de decir el cuerpo, esa comprensión del mundo que siempre se escapa.

Hasta que se encuentra, al menos por un instante. En la tercera parte, “Cuerpos que se pronuncian”, el cuerpo habla por sí mismo. Aparece la situación de la infancia en una foto. El cuerpo se expresa en sensaciones que evocan el recuerdo. Es posible volver a habitarlo. Pero la niñez no es el único cuerpo-casa del poema. También encontramos un cuerpo en reposo que dice la quietud, lo efímero, lo sutil, lo posible, el instante. Y un cuerpo que ama y se libra. Y otro que baila y burla a la muerte. Todos estos cuerpos conviven en la escritura de Delfina Uriburu. Y nos dejan la sensación de que, como una casa o una piel, podemos mudar de cuerpo en el poema:

mudé de piel

y de voces

sin embargo

todos mis cuerpos

dijeron lo mismo

y dejaron

algunos silencios

que vuelven como zumbidos

sutiles interferencias

sensaciones que no pronuncié

ahí está mi verdad:

en el murmullo de los cuerpos

que abandoné

para seguir adelante

Creo que la poesía sólo puede definirse haciendo poesía. Un poema puede ser una foto que por un instante capta lo poético para luego cambiar de forma y dejarnos nuevamente a solas con la pregunta. ¿Qué es la poesía esta vez? El murmullo de los cuerpos. ¿Cuál es el cuerpo que habla? El poema mismo, en lucha con el lenguaje, con lo poco y lo mucho que puede decir. Un susurro que podemos escuchar pero no descifrar. Esa “sutil interferencia” que reverbera cuando el cuerpo ya no está. El zumbido de lo no dicho, el silencio que rodea las sensaciones que no se pronuncian pero que de algún modo necesitamos gritar.

Será eso la poesía, el murmullo que trae una verdad. Habrá que mudar la piel y aguzar bien el oído para, como dice la poeta, “ver nacer lo sutil” y escuchar al fin la propia voz más allá de sus confines, reverberando en el cuerpo del otro.

 Cecilia Maugeri

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