-Perdón, Poc, ¿puedo hacerle una pregunta?
-Sí
-¿A cuánto queda la Luna?
-¿De ahí donde está parado usted o de donde estoy yo?
-A ver, déjeme pensar.
-…
-De donde estoy yo.
-¿Quiere saber en horas o en libras esterlinas?
-Bueno, había pensado en kilos, pero me da lo mismo.
-Yo calculo a unos quince litros.
-¿Litros por segundo o por minuto?
-Por kilo, ¿por qué?
-Estaba tratando de calcular el tamaño en relación con el Sol.
-¿Por qué le preocupa eso?
-Si la Luna se cayera, quisiera estar seguro de que lo haría en dirección al Sol y no en dirección a mi casa.
-Podríamos pensar que es la Tierra la que se va a caer encima de la Luna.
-Perdón, no entiendo el vuelco de su razonamiento.
-Siendo la Tierra más grande que la Luna, la que saldrá lastimada será ella y no la Tierra.
-Sí, pero… ¿qué pasa si yo me caigo encima de la Luna? Al ser más pequeño, ¿no seré yo el más lastimado?
-En ese caso, sí. ¿Ha notado alguna tendencia a caerse hacia arriba?
-Bueno, no es exactamente eso, pero la semana pasada me cansaba al subir tres pisos por escalera… y, ayer, subí tres pisos como si nada.
-Caramba…
-Incluso llevaba una bolsa cargada de naranjas, quizás unos tres kilos.
-¿No serán las naranjas las causantes de su ingravidez… o las que lo vuelven atractivo para la Luna?
-No lo había pensado… déjeme ir por un par y hacemos un experimento (entra en su casa).
-…
-(Regresa con dos naranjas.) Veamos, usted debe controlar. Primero saltaré sin ninguna naranja. ¿Quiere tenerlas, por favor?
-Prefiero no hacerlo hasta no estar seguro de que ellas no son las causantes.
-Lo comprendo. Las dejaré en el suelo. (Deja las naranjas).
-…
-(Da un salto.) ¿Cómo estuvo?
-Normal, diría que un salto común y corriente.
-De acuerdo, ahora veamos con una naranja. (La toma).
-…
-… (Da otro salto.)
-¡No puedo creerlo! Fue evidentemente más alto. Se confirma mi hipótesis.
-(Apoya una mano en el hombro del señor Poc.) Estimado amigo… le debo la vida, jamás hubiera sospechado que estaba siendo atraído por la Luna.
-¿Usted cree que a la Luna le gustan las naranjas?
-Quizás no le gusten, pero tiene poder sobre ellas.
-Tal vez las naranjas son a nosotros lo que los anzuelos a los peces.
-¡Qué horror! Si no hubiera sido por su oportuna intervención quién sabe, quizás en un par de meses, o días, ya estaría flotando, elevándome irremediablemente.
-No quiero alarmarlo, pero… ¿ha comido mucha naranja últimamente?
-Tiene razón. Sí, como postre, en jugo, en ensalada de frutas, en mermelada, pato a la naranja, lomo de cerdo a la naranja… estoy en peligro.
-No desespere, debemos pensar en algo. Tiene que haber alguna solución.
-¿Ponerme pesas en los pies? No, sería peor; por un lado, me atraería la Luna y por otro, me sostendrían las pesas. Moriría descuartizado.
-No, estaba pensando en otra cosa, debamos contrarrestar el efecto de las naranjas, el color naranja en sí, usted sabe, está formado por…
-La combinación de rojo y amarillo.
-Que son colores cálidos, ¿cuál es el color frío opuesto?
-El azul.
-¡Perfecto! ¡Debe comer cosas azules!
-Nuevamente me sorprende, es brillante. Veamos, debo comer cosas azules, pero no cualquier cosa, sino frutas azules. Eso es, frutas azules… ¡Las uvas!
-Exacto. Las uvas son las enemigas naturales de la Luna.
-Por favor, acompáñenme al mercado a comprar naranj… perdón, quise decir uvas, fue un lapsus.
-No. Aún está bajo su poder y lo estará por un tiempo. Las naranjas lo tentarán de manera irresistible y sentirá que las uvas son feas o malintencionadas, sucias. Debe cuidarse.
-Tiene razón, le juro que comeré uvas aunque muera aplastado contra la Tierra.
-No, las uvas son buenas. Ellas nunca le harían eso. No permita que se filtren pensamientos negativos, ¿quiere flotar disparado hacia la Luna?
-Por supuesto que no.
-Entonces recuerde que las uvas son las enemigas naturales de la Luna. Dígalo.
-Las naranj… ¡Caramba! ¡De nuevo!
-¡Inténtelo! ¡Usted es más fuerte que las naranjas!
-(Con mucha dificultad.) Laaaa….as uvvvvvvaaaasss… ¡Oh, siento que me hierve la sangre!
-¡Siga! ¡No se rinda!
-… Ssoonnn lasss ennnneeemigasss nattttturaaaales… dde la Luuuuuna.
-¡Bravo! Vayamos al mercado.
-¡Quiero una naranja! ¡Por favor! ¡Quiero ir a la Luna!
-No se rinda, amigo, vamos al mercado por uvas.
-¡Agh! ¡Qué asco! Pero tiene razón, vamos por uvas antes de que sea demasiado tarde.
Luis Pescetti