Esta semana estuvimos trabajando la distancia del/la narrador/a con respecto a lo que cuenta. Aquí les dejo tres ejemplos de escritoras argentinas contemporáneas en los que se pueden observar diferentes grados de distancia. En los tres casos se trata de una narradora-protagonista, muy anclada en el presente de la enunciación.
Ell primer ejemplo -la novela La habitación alemana de Carla Maliandi- presenta una prosa controlada, en la que la narradora nos ubica en el espacio, muestra la situación y los personajes, y nos cuenta lo que dicen siempre en estilo indirecto, mediando entre sus voces y nuestros oídos.
En el segundo -el comienzo del cuento «Huevos revueltos» de Virginia Gallardo- la narradora expone su subjetividad a través de los recuerdos y las fantasías de futuro que surgen al ver el cuerpo del hombre que duerme a su lado. Si bien estamos «en su cabeza», la narración sigue estando muy pautada, hay un ritmo y una interrelación clara de los pensamientos.
En el último caso –«Ese ventanal que se abre», de Andrea Larrieu– estamos ante un torbellino de pensamientos que, gracias a la técnica del monólogo interior, da la impresión de asistir en tiempo real a la sucesión de ideas y sensaciones de la protagonista. Ésta es la mínima distancia que encontré entre la narradora y lo narrado. ¿Conocés algún otro ejemplo? Compartilo en los comentarios.
Ahora sí, los ejemplos:
La habitación alemana de Carla Maliandi (fragmento)
Cuando llego a la residencia después de caminar todo el día ya son las ocho y está oscuro. Frau Wittmann me recibe en la puerta, dice que me espera alguien en el comedor. La imposible imagen de Santiago ahí dentro, la absurda idea de que haya venido a buscarme hace que se me suba el corazón a la boca. ¿A mí, seguro?, pregunto. Es un estudiante de tu país que quiere hablarte, responde ella sin mirarme. Sonrío resignada y agradezco. Antes de pasar le pido un tijera y Frau Wittmann dice que buscará entre sus cosas. Cuando entro al comedor veo sentado a un chico morocho, desproporcionadamente grandote y algo aniñado. Está encorvado leyendo un libro de ajedrez. Levanta la cabeza y se le ilumina la cara al verme llegar, calculo que no tendrá más de veinticinco años, dice que me estuvo esperando toda la tarde. Nunca lo vi en mi vida pero él actúa como si fuéramos familiares o amigos de toda la vida. Me cuenta que es de Tucumán y que se llama Miguel Javier Sánchez. Que tiene una beca CONICET y otra de DAAD, que estudia economía política, que llegó hace una semana y que hoy se enteró que tiene una compatriota en la residencia. Me pregunta qué estoy estudiando. Le miento, le digo que estoy haciendo un posgrado de dramaturgia alemana. Frau Wittmann nos interrumpe, me entrega una tijera y me pide que tenga cuidado. Le agradezco. Miguel Javier no para de hablar, me cuenta de su vida en Tucumán, de sus orígenes humildes, del orgullo que su familia siente por él, el único universitario, el prodigio. Me pregunta si lo quiero acompañar a visitar el castillo mañana. Le digo que sí, que es un paseo precioso y uno de los recuerdos más lindos de mi infancia. Él se entusiasma, dice que llevará sanguchitos y una cámara de fotos que compró con su primer sueldo de becario. Su entusiasmo me enternece un poco, en un momento dice: he leído que es hermoso el castillo. Lo dice aspirando mucho la s, he leído que ejermoso. Después dejo de escucharlo, él habla y yo pienso en cómo me cortaré el pelo. Primero cortaré las puntas y después iré subiendo con la tijera hasta donde me anime. Si me queda mal no importa, acá nadie me conoce. Miguel Javier es un nombre horrible, cacofónico. Hay algo de maltrato al oído al pronunciarlo así compuesto, como se presenta él. Miguel Javier me pregunta en qué estoy pensando, dice que me ve distraída. Le contesto que fue un día largo, que estoy cansada; y me despido para encontrarnos a la mañana siguiente en el desayuno.
“Huevos revueltos”, de Virginia Gallardo (fragmento)
El sol entra por la ventana sin persianas y me despierta. Yo estoy acostumbrada a dormir en un cuarto bien cerrado, donde no entren la luz ni los ruidos de la calle. El haberme despertado temprano no me molesta porque te puedo ver dormido. Un halo de luz ilumina tu pelo color miel y tu expresión relajada. La sábana te cubre hasta la cintura y puedo ver tu espalda de tamaño mediano pero firme, torneada por tus músculos. Me alegra haberme quedado anoche y que finalmente saliera todo bien. Ahora no creo que haya sido un error acostarme con vos después de la tercera salida. En tres noches tuvimos tiempo de sobra de conocernos, de saber cómo pensamos, qué hacemos de nuestras vidas, cuáles son nuestros hobbies, qué programas de tele vemos, a qué jugábamos de chicos. Cuando fuimos a cenar la otra noche me contaste que te encantaban Los Tres Chiflados y que también mirabas a Pepe Biondi antes de que empezaran los dibujitos. Eso me dio ternura, el pensar que eras un chico común con lindos recuerdos de la infancia. Que lo digas y lo sepas valorar me parece bárbaro, que no estés en pose, que seas accesible, que seas un buen tipo. Despertarme al lado tuyo me encantó. Te miro y no lo puedo creer. ¡Y pensar que anoche estuve a punto de irme! Me invitaste a tu casa a una cena de amigos después de la segunda salida. ¡Estás a full! ¡Te re gusto! Sino ni me mostrás a tus amigos. Además cocinaste vos, hiciste ravioles con salsa casera, con los tomates frescos cortados a mano, no de lata. Me encanta que no seas machista. Cuando me dijiste que vivías solo, pensé que tu departamento iba a ser feo, que ibas a ser más dejado, como los hombres en general, que no le dan tanta importancia a la casa. Pero ver la tuya tan ordenada y puesta con tan buen gusto me encanta, me hace pensar que tenés una sensibilidad especial, que nos vamos a entender muy bien, que vamos a poder compartir los quehaceres domésticos equitativamente y que la crianza de los hijos va a ser mucho más llevadera. Cada vez que escucho a mis amigas casadas sobre cómo se quejan de los maridos que no cambian ni un pañal y que no son capaces de pasarle un trapo a la mesada, no lo puedo creer. Yo ni loca aguantaría eso. Tus amigos me cayeron muy simpáticos, la verdad es que me divertí mucho, en seguida me integraron. Me miraban cuando hablaban y me explicaban los chistes, los de ustedes, los que se referían a épocas pasadas, a anécdotas del colegio o de salidas nocturnas. Se ve que te quieren mucho y eso es otra buena señal, son todas buenas señales. Me tengo que pellizcar para asegurarme de que esto no sea un sueño porque no puedo creer que seas tan perfecto.
“Ese ventanal que se abre”, de Andrea Larrieu (fragmento)
este pibe no atiende el teléfono no va que me voy y hace cualquiera no va a llamar al banco estoy segura que está atorranteando con la de recepción ¡qué me tocás bocina! se cruza y encima me hace gestos ¡seré mujer pero manejo mejor que vos pelotudo! no va a cubrir la cuenta y mañana vamos a estar en rojo aunque se quede una hora concentrado no se va a dar cuenta por más que me esforcé en hacerlo pensar es imposible no sé por qué no me puse los lentes nunca me los pongo pero hoy me molesta la luz tengo que entrar en la intranet y ver los fondos para evitar el rojo de mañana otro auto se me cruza estoy segura que estaba en verde mejor paro en la estación de servicio y después sigo así puedo meterme en internet ni una me sale no es mi día por qué no puedo ingresar este pibe que sigue sin atenderme está bueno el capuccino mejor que el de la máquina aunque a mí me gusta el de la máquina el doctor me dijo basta de café y no fui más qué insensato ¿acaso pensaba que me iba a tomar un descafeinado o un té? me lo termino y sigo camino ese tipo que entró se parece a López ¿cómo puede alguien llamarse así y pretender ser el director? ¡por dios! me voy a comprar una cartera más chica se va a cortar la llamada y uf acá lo encontré hasta tiene el mismo jopo patético y ese gel grasiento me dan ganas de vomitar otra vez querés plata esta piba se cree que soy un banco ahora le digo que sí tengo que resolver el problema pero mañana la agarro claro tiene pelotas y apenas un título de uba yo un master en Estados Unidos habla de minas y de fútbol mientras laburo catorce horas el tipo juega al golf con el presidente al pedo me anoté en golf no se mezclan con las mujeres mejor pago así no pierdo tiempo y sigo viaje si hubiese podido entrar en la intranet habría solucionado el problema y los de sistemas que tampoco me contestan el presidente debería tratar de entender algo de finanzas si no hay plata no va a poder fabricar una puta golosina pero está emperrado en darle más bolilla a las ventas y después se calienta porque no podemos pagar ¿dónde estoy? me desorienté ¿puede ser que me haya perdido? vengo todos los días y estoy perdida no puede ser que desconozca mi casa es por la luz nunca vengo con la luz del sol me desorienté al fin me llama este pibe qué caradura todo que sí me dice este pendejo me está tomando el pelo decime otro sí sí y te mando a la mierda esta cuadra no es carajo mejor doblo en esta esquina más vale que me escuches porque vas a durar una semana te van a meter una patada en el culo si no hacés lo que te digo ¿qué me está pidiendo este pibe? ah no que la clave se la pida a López la puta que lo parió quién se cree que es que me llame el presidente pará creo que me orienté ese es el súper donde compra la chica nunca paso de día siempre a la noche tengo que entrevistar es un caos la casa y la chica que se fue la agencia me dice que se quejan no les gusta laburar si no estoy nunca y cuando llego está todo desordenado las sillas no siguen el orden en la mesa no me hace el pollo bien grillé la nena con la camisa del uniforme arrugada y yo después las trato mal ahí está mi edificio menos mal que es un piso si no seguro no me acordaría el departamento.
Muchas gracias por la información. Gran aporte de esta web. Reciba un cordial saludo!
Muy buenos los ejemplos de dialogos interior, gracias
¡Qué bueno que te haya servido, Griselda!